Hay silencio en la Delegación Rosario de la Gobernación. En algunas oficinas se ha iniciado la mudanza, el primer vestigio del cambio de ciclo político que comenzará a actuar el 11 de diciembre. El gobernador Miguel Lifschitz luce calmo, dispuesto a colaborar con la gestión de Omar Perotti. Revela que no le gusta ser oposición, que a él le gustar estar gestionando.
La tarde cae pesada sobre la Plaza San Martín, se observa desde los ventanales del principal despacho. El que Lifschitz ocupa desde el 11 de diciembre de 2015. Se le pregunta si tiene ganas de irse o de quedarse en ese lugar. Toma aire y responde: "Las ganas son de terminar bien mi gestión, con el mismo ritmo e intensidad con que la inicié. Con mucho entusiasmo para encarar la etapa que viene, que es distinta, en otro lugar, pero es un nuevo desafío político".
La salida del poder nunca es bien recibida por los políticos, sea cual fuere la extracción ideológica o la pertenencia sectorial. Por eso, el gobernador mira hacia adelante, imaginando que el Frente Progresista "va a jugar un papel muy importante en la etapa que viene, en los próximos cuatro años, en las ciudades más importantes de la provincia y en la Legislatura, que es el lugar en el que me puso la voluntad popular. Estoy terminando tranquilo, conforme. Cumplí con la palabra empeñada". |